Sin duda, una de las frases más habituales en la primera visita de un proceso de terapia es: ¿cuánto va a durar?
En un mundo en el que la rapidez y la inmediatez son pilares de nuestra sociedad y en la que el tiempo se traduce en dinero, no resulta descabellado querer informarse al respecto. Queremos solucionar nuestro problema de forma efectiva en el menor tiempo posible.
Sin embargo, del mismo modo que no podemos acelerar el tiempo de maduración de los productos agrícolas (a menos que lo hagamos artificialmente sacrificando buena parte de sus propiedades y su calidad), la terapia es un proceso que en la mayoría de ocasiones no se beneficiará de las prisas. Por todo ello vamos a comentar algunas claves relacionadas con la duración y el tiempo en terapia.
Mitos en terapia relacionados con el tiempo
– «Necesito que sea rápido y barato»
Pese a que éste es un deseo generalizado (y más que comprensible) entre los clientes de psicoterapia, no se corresponde demasiado con la mayoría de los procesos.
La terapia es un proceso que para que resulte en un cambio efectivo, profundo y duradero en el tiempo, requiere de un trabajo pausado y reflexivo, que se beneficia más de darse el tiempo necesario que de imponerse prisas. En general, hablaríamos de meses de media, siendo la duración particular para cada caso (pueden ser unas pocas sesiones, unos meses o tal vez un par de años).
En cuanto a su coste, es un servicio costoso (tiene un precio) pero que no es caro si tenemos en cuenta los beneficios que puede aportar a tu vida. Puedo decir que no me he encontrado a ningún paciente que, habiendo logrado sus objetivos y conseguido el cambio que buscaba, haya considerado caro o mal invertido el dinero depositado en la terapia.
– «La velocidad del proceso depende de la habilidad del psicólogo»
¿De qué depende la duración o la velocidad de un proceso de terapia? Si bien, tendemos a pensar que dependerá de la pericia o profesionalidad del psicólogo, éste es sólo un factor en la ecuación, y no el más decisivo.
La duración de un proceso de terapia depende de diversos factores:
– La problemática a tratar: no es lo mismo gestionar mejor el tiempo que tratar un caso de anorexia.
– La ambición de los objetivos: Unos objetivos más ambiciosos requerirán de un trabajo más profundo. Un cambio a nivel de ser (cómo me coloco en la vida, cómo entiendo lo que vivo) siempre va a ser más largo que un cambio a nivel de hacer (cambiar sólo la conducta), pero también será más efectivo y más duradero en el tiempo.
– El paciente: las características personales de cada paciente (capacidad de introspección, gestión emocional, creencias personales, resistencias personales, inteligencia, nivel de autoconocimiento, experiencias,…) influirán en el ritmo del proceso.
– El compromiso con la terapia: La motivación y el compromiso del paciente con el trabajo en sesión, la realización de las tareas y su propia evolución son, tal vez, el elemento más importante para la duración del proceso.
– El psicólogo: Hasta el mejor psicólogo del mundo no es el adecuado para todos los pacientes. Las habilidades del psicólogo, su acercamiento terapéutico y, sobre todo, el vínculo que logre crear con el paciente también influirán en la velocidad del proceso. De hecho es parte de la responsabilidad del profesional el derivar a su paciente si percibe que no está logrando un buen vínculo con el mismo.
– «Yo le cuento mi problema y él me dice qué he de hacer: fácil y rápido».
Otro de los elementos que dificulta entender correctamente la duración de un proceso de terapia es tener ideas erróneas sobre la función de un psicólogo en un proceso de terapia.
A menudo, influenciados por el modelo médico en el que el paciente es un sujeto pasivo (valga la redundancia) que expone su problema al médico que, a su vez, le dice paso a paso lo que debe hacer para solucionarlo. No es infrecuente que los pacientes de terapia acudan a la consulta con la misma idea, explicar su problemática para que el psicólogo les dé la solución a continuación.
Por desgracia, nada más lejos de la realidad. Y es que una misma problemática (por ejemplo, un trastorno de ansiedad) en dos personas distintas estará fundada y sostenida por elementos muy distintos, creencias que no tienen porqué tener nada en común y experiencias dispares. Cada persona es única, al igual que su manera de entenderse y entender el mundo que le rodea. La necesidad de entrar en el mundo simbólico (único) de cada persona hace que el proceso requiera un determinado tiempo para que el trabajo se haga correctamente y, sobretodo, resulte realmente útil y duradero para el paciente.
– «Hacer coaching es más rápido que hacer terapia»
Es cierto que, en general los procesos de coaching suelen ser más breves que los de terapia, pero tampoco es una regla para orientarse. Y no es menos cierto que el coaching y la psicoterapia no son ni equivalentes ni intercambiables. La decisión de hacer un proceso de terapia o de coaching no es una cuestión de gustos, ganas de profundizar más o menos, de precios o de rapidez para alcanzar los objetivos. Optar por uno u otro depende únicamente de las necesidades de la persona y su problemática a trabajar. Dependiendo de la persona (especialmente su nivel de autonomía y responsabilidad personal) y el problema resultará más adecuado hacer coaching o hacer terapia, ya que no es lo mismo.
En resumen, hacer un proceso de terapia, pese a que pueda ser de unas pocas sesiones en algunos casos muy puntuales, en general requerirá un cierto tiempo para que su efecto sea profundo y duradero (lo que sería el sentido de hacer terapia).
No olvides que acudes para lograr un cambio que te permita sentirte mejor y más realizado contigo mismo y con tu vida. Una vez conseguido, sabrás que el tiempo habrá estado bien invertido, te lo aseguro.
Y ya sabes que puedes contactar conmigo escribiéndome a mdemolina@institutgoma.cat o llamando al Institut Gomà al 93 208 27 94.
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